Tras despedir a los turistas en el aeropuerto, Abdul y yo nos dirigimos en el centro de la Medina de Marrakech a la oficina de un amigo, con el fin de mirar otros trabajos. Tras unas dos horas de té y charla ABDUL sale con un nuevo encargo de trabajo y me invita a acompañarle en una ruta por las Kashbahs del sur marroquí, no sin antes mostrarme las bellezas de esta mágica ciudad, antigua ciudad imperial y capital del Sur.
Se empeña en alquilar un coche de caballos para pasear por el palmeral de la ciudad, mostrándome las casas donde residen la gente famosa europea (muchas casas de gente española de la farándula y las letras). Me entrega un sobre con 500 euros que los franceses le han dado de propina por los servicios en Essaouira, pero yo no lo acepto, por supuesto. Insistiendo me explica que ese es un segundo sobre que le ha dado la guapa Ingrid para mí..
En la medieval Plaza de Jemma el F´náa observamos a los encantandores de serpientes, a los sacamuelas ambulantes, más contadores de historias y mil puestos de comida artesana. Los Gnaua ataviadas con llamativos ropajes de color rojo ofrecen agua fresca con anís natural. La explanada está abarrotada de gentío, las veinte y cuatro horas me aclara Abdul. Día y noche esta plaza acoge a extranjeros, a beduinos, a nómadas y gente de diversa condición que viene a comerciar, intercambiar productos o simplemente visitar la gran ciudad del Sur. La Plaza da paso a las laberínticas y estrechas calles del Zoco de Marrakech donde cualquier cosa se puede adquirir tras un interminable regateo.
Por la noche cenamos en el patio de un palacete con más de diez siglos de Historia. Unas guapísimas muchachas bailan la danza del vientre durante la cena. Tambores, timbales y campanillas son su acompañamiento musical, que resulta demasiado ruidoso, aunque no es óbice para que me despiste la atención sobre las curvas infinitas de las danzarinas. Tras el cordero con ciruelas servido en tagine nos ofrecen verduras fritas rebozadas de harina y pollo con almendras. El comino es omnipresente hasta en las aceitunas del aperitivo. Dulces caseros de miel ponen fin a la opípara cena. Saliendo de la lujosa casa atravesamos caminando la Plaza en la que un comefuegos hace las delicias de los pequeños. Un señor muy bajito se me ofrece para limpiar mis zapatos (pero lo que llevo son chanclas) mientras me tiende la mano con una amplia sonrisa en su rostro.
Partimos temprano. Al amanecer. El paisaje semidesértico del Sur anuncia la proximidad de las altas dunas y océano de arena del Sahara. Hay que atravesar la Cordillera del Atlas que sirve como protección a Marrakech de los fuertes rigores del mayor desierto africano.
Nos acompañaban un grupo de tres personas de una empresa española que había decidido realizar un viaje de incentivo para sus empleados y clientes (unas 300 personas) en tiendas de beduinos en el Sur marroquí. Nos disponíamos a realizar el recorrido que después disfrutarían sus empleados, dando supervisión a comidas, alojamientos y actividades.
Nos detenemos en una pequeña aldea nómada. En este lugar apartado de la civilización la relación de hombres y mujeres es más fluida. Ellas atienden las cacerolas y sirven a los invitados con una eterna sonrisa que deja ver los pocos dientes que les quedan, oscurecidos. Lentejuelas, tatuajes en las manos y pies con genna, collares, pulseras, abalorios se muestran con profusión. La mujer se cuida y quiere estar guapa para sus hombres, que cuidan al ganado y lo pastorean. Los niños deambulan en una total libertad jugando con camellos y los flacos perros que parecen vagabundos. Ninguna mujer lleva chador, pero alguna más recatada, sí usa el pañuelo para esconder sus cabellos.
Algunos de los beduinos al acabar el show folclórico para los turistas echan su pequeña esterilla al suelo, se arrodillan e inician los rítmicos cánticos y oraciones de cara a la Meca.
Al amanecer, el desierto muy frío te da los buenos días y una enorme bola de queso en forma de sol te ilumina y calienta tu rostro apareciendo de repente tras una duna de arena marrón.
Tras la visión del amanecer en el desierto tomamos un magnífico desayuno de dátiles, pasas, queso de cabra, dulces y té verde. Una vez recogidas las pertenencias partimos del lugar cercano a EDFÚ. Visitamos Tinerhir y sus impresionantes gargantas de ríos desecados como el Todra, que denotan vuelven a aparecer de la nada cuando la naturaleza los reclama. Las gargantas son ramblas secas en forma de cañón que sirven de refugio a la fuan local. Pequeñas charcas de agua dulce aparecen espontáneas en el cauce semiseco. La paz y la calma del sur marroquí hacía que nuestra presencia fuera una de las pocas cosas interesantes que rompía la monotonía de los días.
Los bereberes se casan por contrato pactado entre familias, son nómadas y algunos de ellos participa en las milenarias caravanas que se adentran en el desierto camino a Tombuctú portando cientos de productos y trayendo otros tantos. Estas caravanas son singulares y su marcha es concienzudamente preparada con meses de antelación. Existe una clara jerarquía de mando y de actuación, los animales son ejercitados para el esfuerzo y los camelleros seleccionados.
En ocasiones como nos cuenta un jefe local, bandas de tuaregs pintados de azul les atacan, roban e incluso secuestran a algunas personas que posteriormente serán vendidas como esclavos en otros países como Etiopía. Por éso van fuertemente armados.
Éste era otro objetivo de proposición a los empresarios españoles: incluir una caravana en el desierto de medio día como actividad final para sus vendedores y empleados. LOS ESPAÑOLES SE MARCHAN ALUCINANDO, dando el visto bueno al negocio.
Mientras, ABDUL se encargará de preparar lo necesario para hacer la estancia cómoda en las tiendas en medio del desierto, creando letrinas en pequeñas tiendas de campaña, crear un camino con tractores para acceder al campamento, organizar menús, viandas, bebidas, buses, etc.. Despedimos a los españoles a los que organiza el viaje hacia el aeropuerto de regreso.
Aprovecho para entrar en contacto con los bereberes que me anuncian la partida de una próxima caravana por el SAHARA. Llevan concentrándose en este lugar hace ya una semana y la partida es inminente. Es una auténtica aventura a la que me apetece unirme sin dilación. El trato para pactar el precio del permiso lleva toda una noche entera. Y embarco en la que será una gran aventura. Anuncio a Abdul mi intención de esperar la marcha de la comitiva y nos despedimos...
Mi camello me ha costado como un coche usado en Europa, es viejo y tiene malas maneras. Un participante de una tribu beduina conocida por Abdul es mi único amigo. Nos espera por delante un camino sin definir, una ruta no especificada, una vía sin carteles indicadores. El sol es el único guía. Me encomiendo a DIOS (al mío y al de ellos que al fin y al cabo es el mismo)
Continuará...
1 comentario:
Jose Maria Almarcha wrote: "Creo que has hecho una narración impresionante mi ENHORABUENA y espero que pronto podamos leer la continuación de tan formidable relato. gracias, gracias, gracias por formar parte de este NM de LA MURADA continúa así. Un abrazo"
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