VERTEDERO NO

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martes, 11 de mayo de 2010

VELOCIDAD MURADEÑA

Estamos sujetos a leyes de la Física, leyes universales que nos afectan en nuestras vidas y que explican nuestro modo de ser, la complejidad de nuestra civilización.

Una de las principales leyes físicas se refiere al movimiento, a la aceleración y complejas fórmulas matemáticas nos descifran importantes problemas del mundo, del universo, usando estos principios.

El avance es enorme pues sabemos incluso a qué velocidad los sensores de las neuronas transmiten información al cerebro.

La velocidad es una sensación, es una fugaz impresión del presente. La velocidad es efímera y acaba en sí misma al mismo tiempo que principia.

Existe una diferente velocidad en el modus vivendi de las personas que habitan en zona urbana o en zona rural. Esa diferencia de movimiento se proyecta y traslada al devenir diario físico o mental. En una ciudad hay tráfico, mucho, hay prisas, riesgos por accidente, nuestra mente ha de procesar muchos datos en un instante para simplemente poder caminar sin riesgos por la urbe.

Se requiere de mayor velocidad en nuestro cerebro al procesar peligros, riesgos y tranquilidades. Las personas urbanas sufren un estrés que las del campo casi no conocen, pues la tranquilidad de la vida rural conlleva una ralentización del movimiento. La planificación diaria parte de la tranquilidad. Sin prisas, por favor.

Mi tío MANUEL “el barbero” se sorprendía mientras echaba su partidica de subastao en el bar de Francisco al observar a la gente joven lo rápido que coordinaba. Podían hablar con los amigos a la vez que supervisaban las cartas, pedían el café y envidaban la apuesta, canturreando la canción del tocadiscos al mismo tiempo.

Velocidad magnífica observamos en un coche 124 blanco que lentamente, muy lentamente deambula por las calles muradeñas, casi permitiendo al conductor hablar con los viandantes, saludarles, mientras circula con absoluta seguridad.

Y veloces son los cernícalos tras su minuciosa detección, cuando inmóviles en el aire escudriñan cada movimiento de los pequeños roedores, ranas, conejos y lagartos que se mueven por debajo de su campo visual.

Veloces son los conejos cuando los sorprendes paseando por el campo, las perdices que gorditas no aparentan su agilidad, los halcones tras sus presas aladas, los perros galgos persiguiendo a las liebres, las culebras que intentan esconderse entre la broza y maleza…

Y veloz es el agua que llega a nuestra tierra por el partidor, en la que moléculas y moléculas de hidrógeno y oxígeno, divertidas, disfrutan de esta especial competición por llegar primeras al bancal.

Veloces pasan los días que hacen mayores a nuestros pequeños. Y veloces pasan los
días que hacen pequeños a nuestros mayores.


VPB

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