EJECUTIVO EN DAMASCO
Mi nombre es MARI. Soy un hombre de negocios. Últimamente baso la actividad de mi comercio en contratar camiones de gran tonelaje con chóferes cristianos de Maaloula, para llevar productos a IRAK.
Las necesidades de ese país son enormes. Todavía no disponen de un mercado regular de productos, por lo que tenemos que estar muy atentos a la compra de cualquier artículo. Organizamos desde mi empresa caravanas de camiones que cruzan el desierto para llegar a BAGDAD.
Principalmente comercio con Ammán y con Estambul. Me desplazo a Turquía tres veces por semana en avión desde Damasco para ultimar la compra y traslado de carne, agua, cereales, harina, frutas, camas, tuberías de plástico, semillas y un sinfín de productos que en IRAK no es posible adquirir.
Me gusta volver a mi ciudad. Una vez a la semana llevo a mi esposa a ver un espectáculo en el hotel Semiramis, donde importantes artistas nacionales de música acompañan a las bailarinas de la danza del vientre. Es un lugar habitual de reunión de políticos y empresarios, donde damos un poco de relajación a las normas religiosas, mientras disfrutamos de los mejores manjares, de la mejor música, pipas de agua y bebidas alcohólicas.
Se ultiman interesantes tratos en el lugar y se afianzan amistades que perdurarán en el tiempo.
Aunque personalmente lo que más me gusta para darle placer al estómago es hacer una ruta de tapas por el barrio del Midalt, donde en los restaurantes en la calle probamos los sesos de cordero, alas de pollo, caldos de verduras, habas cocidas, frutos secos recién tostados, pasteles de miel, platos libaneses y mil manjares más.
Vivo en la subida al Monte Casium y desde mi casa gozamos de una espléndida vista de la capital más antigua del mundo. Tengo aparcamiento privado en una urbanización protegida por medidas modernas de seguridad, disponemos de pistas de tenis, pádel, etc. También existe un hammam de lujo en la urbanización. Mis hijos estudian en Londres y en París.
La situación política nos es favorable. Mi familia pertenece al grupo islámico de los alauitas al igual que el joven presidente y disponemos de puertas abiertas en los organismos públicos, ministerios y oficinas del gobierno. No es difícil conseguir permisos para el comercio con nuestros países islámicos hermanos y los aranceles que pagamos son muy justos.
Estoy muy orgulloso de ser sirio y de contribuir al progreso y desarrollo de mi país.
PERIODISTA EN USHUAIA
Mi nombre es MARTÍN. Acabé los estudios de periodismo en la capital de Buenos Aires hace tres años. Tras una intensa carrera con brillantes notas decidí visitar el sur de mi país, conocer a mis antepasados yámanas en los genes de los pocos indígenas que pueblan la zona, y di a recalar en Ushuaia, en el fin del mundo, donde resido.
Tras disfrutar de los magníficos paisajes y momentos naturales que el Parque Nacional Tierra del Fuego proporciona, tras observar detenidamente la fauna que habita el canal de Beagle, tras conocer a mi prometida Ivana, decidí quedarme y fundar el primer periódico local para los habitantes del Fin del mundo.
En él hace tiempo que no se narran, o promocionan los paisajes ni bellezas naturales; más bien mi trabajo consiste en informar a mis vecinos de las nuevas ordenanzas municipales, relatar accidentes, y estar al tanto de lo que ocurre en nuestro pequeño pueblo.
En invierno cuando viene duro, es normal no ver a casi nadie nunca. En esos momentos alargamos las ediciones del periódico entre tirada y tirada.
Si algún día es nublado tal vez podemos acercarnos a esquiar a las estaciones invernales cercanas, pero lo normal es que la niebla y la ventisca impidan cualquier actividad.
El sol, qué lujo, sólo viene en primavera y verano, aunque los días apacibles incluso en esas fechas, son escasos.
Las bodas, noviazgos, broncas, sepelios y bautizos están presentes en el periódico. Dedicatorias, recordatorios, etc. forman parte de mi quehacer diario. Por la noche vuelve Ivana y vuelve la paz a mi hogar.
Ella me dice que no quiere vivir acá, pero hace dos años que lo dice y vuelve cada día a las 10 de su trabajo como guarda forestal, con su cara resplandeciente de felicidad de orgullo por el deber cumplido.
Yo era porteño, pero ahora tras conocerla me he hecho yámana.
Quiero seguir navegando día a día por el canal buscando cadáveres de pingüinos de Magallanes, peces y demás para controlar el estado de contaminación de las aguas más australes del mundo, que comunican dos grandes océanos, y que están a unos pocos miles de kilómetros de la Antártida.
Nuestros mariscos peligran por las infecciones y necesito ser un granito de arena que lo ponga de manifiesto.
Un trabajador del campo crematorio
Mi nombre es Khurana y trabajo en el campo crematorio a la orilla del Yamuna y estoy acabando mi jornada laboral de hoy. Vamos a quemar el cuerpo de un anciano, se trata de una comitiva que viene desde una aldea a 50 kms de aquí. Han venido con el cuerpo en andas y su pobreza es palpable.
Un brahmán oficiante, el conductor de la comitiva y tres familiares rodean las llamas; el cuerpo se quema en una humilde pira, sin madera suficiente para que se consuma todo el cuerpo, pues la madrea es cara y ellos son pobres.
Más tarde será necesario romper a palos los huesos de las extremidades que no se hayan quemado y lanzaremos los restos calcinados y los que no al río Yamuna. Unos turistas que nos observan hacen estar visiblemente molestos a la familia, por su irrupción en el espacio sacrosanto.
En la salida del lugar les asaltan los monos-mendigo, devotos del dios mono Hanuman, que, desnudos, con sus ridículas colas de alambre y pintura en el rostro aparentan ser monos y piden limosna.
Descendiendo a la piscina sagrada en el río, en cada escalón, mendigos deformes, tullidos y enfermos despojados de humanidad, aparecen.
Abajo en el YAMUNA, cientos de personas lavan sus almas con las abluciones, hundidas hasta la cintura en el agua. Los hombres con el torso desnudo, las mujeres vestidas por completo. La corriente trae en ocasiones restos humanos del campo crematorio pero a nadie parece importarle.
Mañana otras familias tendrán que ser atendidas. El cansancio me vence y procedo tras mis oraciones a retirarme a mi hamaca en la tienda construida bajo el flamboyán.
Mi mujer me tiene preparado arroz y espinacas cocidas. Mis hijos duermen abrazados.
ANANDA LA VENDEDORA
Ananda es una vendedora en una tienda de turistas en un lodge del parque nacional de Serengetti.
Viste a la usanza, muy colorida. Sus treinta y tantos años le dan mucha energía y seguridad.
Su máxima aspiración es dejar de ser soltera, pero el ser muy mandona y sus 120 kgs lo dificultan.
Se muestra amable y atenta cuando la campana de su tienda anuncia a un comprador.
El resto de trabajadores del lujoso lodge la respetan profundamente. Por las tardes noches ocupa el departamento de masajes del hotel, habiendo llegado a ser una gran profesional en reflexología. Un camarero del turno de noches no le quita ojo...
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