TRIACASTELA - SAMOS – SARRIA
Hoy comienzo la etapa muy tarde. En esta ciudad de los tres castros (Triacastela) se bifurca el Camino. Decido continuar por la opción de SAMOS, donde un hospitalario y enorme Monasterio benedictino me recibe en el fondo de un frondoso valle.
En toda esta preciosa etapa por la vega del río Ouribio anduve entre todo tipo de árboles, vegetación y pequeños animales y ganado vacuno en un maravilloso entorno paisajista, a la vez, que rompepiernas con continuas subidas y pronunciadas bajadas de las que está conformada Galicia con su Macizo galaico, redondeado y erosionado por el paso del tiempo.
Visito la Abadía de Samos donde 15 monjes benedictinos cuidan del grandioso monasterio imbuidos en sus tareas, recibiendo a los visitantes. Está cerrado pero el amabilísimo monje de la portería me permite entrar unos instantes tras una breve introducción histórica. Visito los claustros y jardines presididos por la gran estatua del padre Feijóo.
De nuevo me vuelvo a cruzar con NUNO, el portugués que lleva dos años peregrinando Jerusalén, Roma, Santiago y que acabará en FÁTIMA. Su pinta es nada apetecible, pero nos hemos encontrado demasiadas veces como para no entablar de nuevo conversación con él. Intenta solicitar comida con los monjes en el Monasterio. Fumamos unos cigarros y nos deseamos suerte en la vida cuando nos despedimos. Los monjes acceden a ayudarle. No tiene un céntimo.
Paro a almorzar a la salida el pueblo un pantagruélico menú por 6 euros (caldo galego, churrasco de ternera, tarta de queso, pan, café, agua y vino). Amenaza lluvia y me pongo en camino con toda la tranquilidad y satisfacción del mundo.
Disfruto de cada valle, de cada bosque, de las arboledas de los riachuelos, de los prados, de las continuas subidas y bajadas que te van derrotando sin enterarte.
Pienso que este tramo hasta SARRIÁ es el más bonito que recorrí hasta ahora.
Comienza a llover muy suave e igual que un niño disfruto mojándome y pisando los pequeños charcos. Hago muchas y frecuentes paradas para oír a los pájaros y el bramido del viento entre las ramas de los frondosos árboles y sus cientos de miles de hojas que parece le hagan hablar.
De las piedras de los montes mana el agua, como si fuera la sangre de sus entrañas que se me ofrece como ayuda. Bebo chupando literalmente la roca y me estremezco extasiado ante la Naturaleza y su pureza...
Paro en una pequeña ermita a resguardarme y escuchar al viento, a la lluvia y a LA LIBERTAD.
Caigo en la cuenta de que en todo el día vi coches o motos, ni peregrinos... Observando el gris camino entre los árboles aparece tras de mí la figura oscura de un peregrino pertrechado en su impermeable, que entra a la ermita a resguardarse de la llovizna. DIOS, es INGRID la simpática y guapa holandesa que se alegra y extraña al verme allí, comiendo pipassss (como pájaro - dice ella).
Me cuenta de que se hado un buen tute (viene desde O Cebreiro 40 y tantos kms. huyendo del gentío que se formó en el albergue.) Le hago descansar, relajarse, disfrutar del momento y juntos en una maravillosa empatía compartimos camino hacia SARRIÁ.
La lluvia causa un entorno mágico, gris con la penumbra bajo los árboles que le da un amoroso ambiente a este magnífico y más que casual encuentro...
El par de horas que nos faltan hasta el albergue se me hace más que corto de lo acelerado de nuestra intensa conversación, desmenuzando aspectos de nuestra aventura, de nuestro Camino. Ella había comenzado en Roncesvalles, nada menos. Compartimos los paisajes de la Rioja, de Castilla, de León, y nos maravillábamos los dos en estos preciosos entornos de la Galicia profunda, en los que el alma requiere soledad o poca compañía y mucho actitud en el presente.
Ella lo había experimentado tras el jolgorio en O Cebreiro y valiente y dispuesta se acordó del alicantino que siempre continuaba un poco másss de las etapasss normales como MARTIN le había contado, y había decidido probar, y albergues llenosss le obligaron a continuar...
(DIOS, INGRID es una maravilla de mujer. No puede ser cierto. Comparto con esta desconocida más cosas que con ninguna mujer conocida antes.)
Tras instalarnos en el Albergue que estaba a rebosar, decidimos ir a darnos un lujo y cenar en un restaurante. El cierre obligatorio de las 22.00 de los albergues era como una losa en aquella maravillosa velada, donde la empatía más pura era palpable. Nos atropellábamos para hablar, a veces en inglés, a veces en español. “Entiendo el 75 por siento”, me decía. Venía de una relación sentimental fallida y se había metido en el Camino para olvidar un poco todo, tal cual como yo. Vivía en un pequeño pueblo en las afueras de LA HAYA y aprendió español en el instituto, un encanto. Tras animadas cervezas tentamos a los relojes y tras larga carrera llegamos jadeando al cierre del albergue. “Estáis locos, iba a cerrar...” Una vez en el dormitorio nos miramos desde nuestras lejanas literas e intentamos soñar ante el concurrido dormitorio. Sólo puede haber un sueño esta noche y está relacionado con la pureza del amor.
ESTE ES UNO DE LOS DÍAS QUE MÁS HE DISFRUTADO DE TODA MI VIDA.
No hay comentarios:
Publicar un comentario