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domingo, 26 de junio de 2011

JAIME "EL BARBUDO"

( Crevillente, 26 de Octubre de 1.783 - Murcia, 5 de Julio de 1.824)


Natural de Crevillente, su actividad en sus años de juventud, los dedico a cuidar el rebaño de sus padres, hasta la edad de 25 años que formó una familia y se trasladó a Catral, donde quedó al cuidado de una finca.

Para su desgracia, cierto día y defendiendo la finca que cuidaba, tuvo un desgraciado encuentro, con un personaje de mala vida llamado “El Zurdo”, al que dio muerte, unos dicen que a trabucazos, otros en una pelea a navaja. Ofuscado por el hecho cometido y con el afán de proteger a los suyos, huyó al monte, lo que desencadenó la actividad delictiva y el nacimiento del célebre bandolero levantino de todos los tiempos.

Si hubo alguna vez, un bandido temido y querido a partes iguales, ese fue Jaime José Cayetano Alfonso ( este era su nombre completo), más conocido como Jaime “El Barbudo”.

Comenzó su vida de asaltos, robos y asesinatos ocupando las sierras de La Murada, Abanilla, Crevillente, Barinas, La Pila, etc…, entre otras por citar unas cuantas y fue señor indiscutible de todos los caminos de la Vega Baja del Segura.

Sus guaridas más conocidas y que en la actualidad siguen en pie y pueden ser visitadas, están localizadas en la Sierra de La Pila, Hondón de los Frailes a la que se puede acceder por el Pico del Agudo y en la Sierra de Barinas en su cara norte con vistas al valle de Cañada de la Leña, llamada “Cueva Negra”.

Pese a todo fue un hombre muy religioso, si algo no abandonó fue su rosario, no había noche o golpe que no acabará con un buen rezo, también fue bastante inculto no sabía ni leer ni escribir, lo cual era algo habitual en aquella época.

Aunque fue un hombre casado y con descendencia, le gustó la vida mujeriega y juergas de alcohol, entre sus amoríos, destacó una mujer que fue su amante durante mucho tiempo, se la conocía como “La Gregoria” y tenía un olivar en el camino que va de Abanilla a Fortuna.

Ladrón lo fue y mucho, pero también hizo gala de un buen corazón que le llevaba a ayudar a los pobres y desplumar a los ricos, por eso fue un bandolero temido y querido a partes iguales.

Maestro del disfraz, ante todo fue un precursor y un adelantado a su tiempo, creó una delincuencia organizada a su alrededor que contó con una red de confidentes a lo largo y ancho de los territorios que dominaba. No había carro de oro, ni botín suculento que no pudiera asaltar, ni capaz de darle caza.

Nadie estaba a su altura y los distintos gobiernos bajo los que vivió le temían como a un verdadero diablo, pero nadie pudo con él, por lo menos por las buenas.

Durante la invasión napoleónica, luchó contra los franceses en Murcia, comenzando una implicación política de sus acciones, tras el final de las guerras independentistas, se puso del lado de las fuerzas absolutistas durante la contienda civil entre aquellas y las fuerzas liberales, ya que, entre otras cosas, el gobierno liberal había puesto precio a su cabeza.

En 1.823 Fernando VII, el denostado monarca toma la decisión de crear un héroe, le propone el indulto por sus actividades delictivas y por sus servicios prestados durante la contienda. El comisario de Valencia, el Obispo de Orihuela y Don Rafael, hacendado local y protector del bandolero, solicitan también el indulto para “El Barbudo”, el tribunal de Chinchilla ratifica el indulto que llega desde la corte de Madrid y se le concede la libertad.

Los mismos que le auparon e indultaron, los mismos que él ayudó a aupar le traicionaron vilmente.

Un año después de pedir un héroe Fernando VII, necesitaba un villano. ¿Autorizaría el rey a matar a quien él mismo se encargó de indultar? Sin duda sí.

Como oportunamente señaló uno de los implicados: “La norma de Fernando VII, es no cumplir nada de lo que dice”. ( Algo normal en los políticos de hoy en día).
¿Tendría que hacer una excepción por un bandido? Lógicamente no.

Jaime José Cayetano Alfonso murió, vestido con un sudario amarillo en el cadalso (un cadalso era un tablado que se levantaba para la ejecución de una pena de muerte) situado en la plaza mayor de Murcia un 5 de Julio de 1.824.

Su historia no acaba ahí, su ejecución por horca quisieron que fuera ejemplarizante y aleccionadora. Su cuerpo fue desmembrado, asado y distribuido a trozos por toda la región.

La cabeza pudo contemplarse en la Plaza de Crevillente, su mano izquierda quedó expuesta en la cárcel de Jumilla, la derecha en el puerto de Mala Mujer, el pie izquierdo se colocó en la cochera de Elche y el derecho fue a parar a Hondón de Las Nieves.

(retrato  de Jaime “El Barbudo”).


Con nuestro agradecimiento a DEME POVEDA GALINDO por la colaboración (representante de la peña "LOS BANDOLEROS DEL AGUDO")

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