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domingo, 20 de marzo de 2011

Terremotos - D. Artemio Cuenca

A propósito de terremotos y con el de Japón in mente.



Con el terremoto de Japón todavía sacudiendo aquellas tierras me ha venido a la memoria que por aquí también hemos padecido ese tipo de catástrofe, aunque con sismos de menor magnitud pero que fueron lo mismo de impactantes, sino más, sobre la sociedad que los sufrió.

El primer dato que tenemos corresponde a un terremoto ocurrido en el siglo II d. C., con epicentro en las cercanías de la Isla de Tabarca, que afectó muy seriamente a las ciudades romanas de Lucentum (Alicante) e Ílici (La Alcudia de Elche). Cerca de esta última, las ruinas de un almacén que fueron selladas por los sedimentos del Vinalopó han permitido determinar que la magnitud estuvo en el entorno de 6,8. No sabemos si afectó a la zona oriolana, porque sólo se han descubierto sus efectos en excavaciones arqueológicas, pero es el primer evento del que tenemos datos fiables en la región.

El siguiente fue documentado por el cronista árabe Al Udri, del que copio textualmente:

Se produjeron unos terremotos en el territorio de Tudmir, en las ciudades de Orihuela y Murcia y en el espacio comprendido entre ambas. Aquello se produjo después del año 404 (de la Hégira, 1048 del calendario cristiano) y duró aproximadamente un año. Todos los días se presentaban varias veces; no pasó ni un sólo día ni una noche en que no aparecieran estos terremotos. Las casas se derrumbaron, las torres se abatieron, así como todos los edificios altos. La mezquita mayor de Orihuela se derrumbó junto con su minarete; la tierra se abrió por toda la nahiya de la hawma. Muchos manantiales desaparecieron bajo tierra y surgieron otros que manaban un agua hedionda.

Los efectos de este sismo se conservaban muy claramente en las ruinas de la Rábita de Guardamar, pero una inoportuna y desgraciada reconstrucción los borró, haciendo imposible un análisis de la magnitud como el llevado a cabo en el anteriormente citado, aunque la descripción de Al Udri permite asignarle una Intensidad de X (Escala MSK) y estimarle una magnitud similar a la encontrada para el del siglo II.

No sabemos si este terremoto pudo afectar a los posibles caseríos que pudieran existir diseminados por lo que luego conoceremos como La Murada, pero es muy probable que, de haberlos en aquel momento, sufrieran las consecuencias de un sismo de esa envergadura y tan próximo.

Hemos de saltar hasta el siglo XIX, concretamente al 21 de Marzo de 1829, para encontrar el siguiente evento destructor. Se trata del conocido como Terremoto de Torrevieja, que se cebó especialmente en la margen izquierda del Segura entre Orihuela y Guardamar, con una magnitud de 6,6.

Tampoco hay referencias a La Murada, al menos que yo sepa, pero en los mapas de isosistas realizados por diversos autores a lo largo del siglo XX, la pedanía queda dentro de la zona de Intensidad VIII, en la que pueden esperarse daños medianamente importantes en los tipos de construcción imperantes en aquella época. Como ejemplo, pongo a continuación uno de los mapas más fiables:



Mapa de isosistas para el terremoto de 1829
Como curiosidad tenemos el número del periódico madrileño El Correo, del 30 de Marzo de 1829, en el que se dan las primeras noticias del terremoto, del que copiamos un fragmento que se refiere a Orihuela:



Evidentemente la calidad no es buena, pero es el primer testimonio de la afección del sismo a nuestro territorio.

En el informe que el Ingeniero Larramendi elevó a la Corona tampoco se mencionan explícitamente los daños en las localidades vecinas de Albatera y Benferri, pues son englobados dentro de otras varias del entorno oriolano, citando un total de 20 casas destruidas, 17 casas quebrantadas, una iglesia destruida y una persona herida. Probablemente la magnitud de los daños más al Este empañó el impacto sobre nuestra zona en la que, además, las edificaciones se apoyan sobre un terreno más consistente que el de la Vega, lo que pudo minimizar los daños.

Hasta aquí una breve crónica de los terremotos catastróficos que se han vivido en nuestras inmediaciones. Esperemos que todo quede así, y que nunca haya que ampliar la lista, aunque como dicen los sismólogos, donde ha habido un terremoto es seguro que habrá otro.

ARTEMIO CUENCA PAYÁ

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